Porque soy mayor que tú: la experiencia habla

17:42 by El lenguaje nos alcanza

Quizá suceda en todos los países. Una persona “observadora” y, además, con experiencia de vida, que quiere dar consejos a cualquiera, aunque nadie se los pida.
Este hombre, Víctor, es uno de esos señores que “no tienen pelos en la lengua”, según se describen a sí mismos. Un individuo que a la menor provocación abre la boca.
La escena más reciente de sus atropellos verbales ocurrió en el metrobús de la ciudad de México, en la estación Campeche, y a continuación se reproduce el diálogo que sostuvo con una joven para que el lector juzgue por sí mismo:
- Señor, siéntese.
- ¡Ay qué bueno muchacha! Ya estaba yo muy cansado, y eso que yo camino bastante, lo que pasa es que traigo este costalote de café.
- Sí se ve pesado.
- Uy no y está… ¡pesadísimo! Mira cárgalo-. Le da a la muchacha el costal, ella, indiferente, lo recibe-. ¿Ya viste?
- Sí, sí pesa.
- Sí y mira yo ya estoy viejo, tengo sesenta años…
- No, viejo no…- interrumpe la joven.
- Oye no… no interrumpas a tus mayores. Porque yo soy mayor que tú… que estás bien jovencita y bien hermosa.
El hombre se queda esperando la respuesta de la muchacha, quien no atina contestar.
- A ver, dime qué edad tienes.
Ella comienza a sentir molestia por el tono que el “anciano” emplea.
- Eso no se le pregunta a una dama.
- Debes tener 30 años, cuando mucho.
La muchacha se ríe.
- Tengo veintidós.
- ¿Qué? ¿Veintidós años? Uy no mi reina, te urge bajar de peso. Mira nomás esa panza de embarazada. Uy no.
La muchacha está a punto de levantarse, pero él la toma del brazo.
- Mira mi amor, yo tenía una novia que… -le mira el cuerpo- bueno no, estaba menos gordita que tú, pero mira que estaba gordita eh… y se movía en la cama… no sabes… después bajó de peso y se le fue el encanto.
- Ay señor ya no lo entiendo…
- Dime Víctor por favor…
- Ya no lo entiendo, Víctor. Primero me dice que me urge bajar de peso y luego que su novia se movía muy bien en la cama.
- Sí mi amor, pero tú tienes que bajar de peso para ponerte hermosa.
- Pero si me acaba de decir que estoy hermosa.
- Pero más…
- Mmm… yo creo que usted no es un caballero- contesta la muchacha divertida, con tono de picardía-, un caballero jamás le diría eso a una dama.
- Oye, ¿qué prefieres?¿Que te engañe o que sea honesto?
- Ni una ni otra. No nos conocemos.
- Oye mi amor, pero nos podemos conocer. Yo tengo mucho para dar.
- ¿Para darle a una gorda?
- Ya verás que con tanto ejercicio que vamos a hacer juntos, hasta bajas de peso, y de paso yo también, que tengo como cinco kilos arriba y ya el doctor me dijo que necesito bajarlos.
- Mmm no sé señor…
- Víctor, preciosa.
- Víctor, no sé… no creo.
- ¿Por qué no mi amor? ¿Qué acaso hay mejor ejercicio que ése?
- Pero con usted, ¿qué tal que me asfixio?
Víctor no entiende que ella se burla de él. Al contrario, se siente todo un conquistador. Se ríe del coqueteo de la muchacha.
- Entiende mi amor… ¿cómo te llamas?
- Daniela…
- Daniela, mi amor, entiende que yo te puedo preparar para tus novios, para que te cases…
- ¿De verdad? ¿Y cuánto me va a costar esa instrucción?
- Es una relación ganar-ganar, Dani.
- Mmm no creo. Usted pierde con una gorda como yo, ¿no es así?
- Bueno, al principio sí, pero después ya gano, cuando te pongas así bien buenota y bien hermosa.
- Hermosa ya estoy.
- Más hermosa.
Vuelve a hacerse el silencio. Ella sonríe con ironía. Él la mira.
- ¿Y qué haces por aquí Dani? ¿Estudias?
- No.
- ¿Trabajas?
- No.
- ¿Entonces? ¿Cómo te mantienes?
- Es una incógnita hasta para mí.
- ¡Uy no! Deberías trabajar.
- Pues no.
- ¿Cómo que no?
- No se me antoja.
- ¿Y qué haces aquí entonces? ¿Vives por aquí?
- Tampoco.
- ¿Por dónde?
- Por el aeropuerto.
- ¿Qué haces acá?
- Nada.
- Yo tenía unas novias por el aeropuerto. Te llevo a tu casa si quieres.
- No, con ese costal de café lo voy a terminar llevando yo a su casa. Pero le agradezco el ofrecimiento.
- Pues no sería tan mala idea que me llevaras a mi casa, ahí tengo una cama bien grandota… bien hermosa.
- Como yo. Grandota y hermosa.
- Ándale.
La muchacha está hartándose del juego. Mira hacia la calle. El metrobús lleva varios minutos sin pasar.
- ¿Qué miras?
- Que el metrobús no pasa.
- Qué bueno mi amor, así estamos más tiempo juntos.
- Ah, al parecer ahí viene.
La muchacha se levanta. El transporte está lleno de gente. Parece que no entra nadie más. Está decidiendo si espera a que pase otro, cuando de pronto escucha que Víctor le dice:
- Ay mi reina, sí, sí te urge bajar de peso, mírate nada más esas piernotas.
De inmediato aborda el vagón. Víctor la mira. Ella sacude la mano en señal de adiós. Él se queda. Espera otro vagón. Solo, como siempre, porque nunca le sale hablar del peso con las gorditas, nunca puede llevárselas a la cama. De pronto voltea, mira a otra. Pone su costal de café sobre el asiento, junto a ella. Tal vez esta vez le salga.

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